Creo que este es un buen tema a tratar, considerando que muchos de nosotros hemos sufrido de transformaciones inesperadas en nuestras rabias políticas, cambiando de un lado hacia otro sin que siquiera nos diéramos cuenta del momento en que ello ocurrió. Para ser más concreto sobre lo que me estoy refiriendo, voy a señalar que han ocurrido en mi periódicamente muchos de esos cambios de “rabias políticas” a dependencia de lo que me hubiera estado achuchando en un determinado momento. Así, lo mismo he estado enojadísimo durante un tiempo con la política norteamericana hacia Cuba, disgustándome en sobremanera por el caso de “Los Cinco” así como por sus intentos de derrocar al gobierno castrista desde sus primeros años de establecido, como también de repente me he sentido altamente enojado con el gobierno de Cuba, deseándole todos los males en sus intentos por salir adelante política y económicamente.
Estos cambios alienistas han de preocuparnos, pues caer en radicalismos es enajenante. Y no debemos dejar que nada ni nadie nos arrastre a ello. Y son preocupantes por qué muchas veces yo me he dicho que si hubiera sido yo quien hubiera tenido en mis manos los destinos de uno u otro país, es muy posible que si nadie me hubiera detenido, hubiera cometido los mismos errores desastrosos a lo que ciertos dictadores llevaron a la humanidad, especialmente en sus decisiones de guerras. O sea, yo también hubiera ordenado un ataque nuclear “preventivo” a los EE.UU durante la Crisis de Octubre; yo también en un momento de enojo hubiera bombardeado nuclearmente a Israel si hubiera tenido poder para ello. Sin embargo, ni siquiera me acuerdo que me causó esas rabias; no se si fueron las imágenes de las destrucciones y muertes causadas por el ejercito israelí en la franja de Gaza, ó si fue alguna de las películas que he visto sobre el problema árabe-israelí. Sin embargo, en otros momentos de mi vida he sentido una gran admiración por Israel y por sus logros. Como es que he pasado de una posición a otra en diferentes momentos de mi existencia, pues ello se ha producido de acuerdo a los “venenos” que me hayan penetrado con la prensa y otros medios de comunicación, si como con las frustraciones políticas con quienes nos gobiernan. El asunto es que gracias a dios que no hay muchas personas con puestos de mando critico en el mundo con alienaciones mentales como la mía, o como la del general MacArthur, y como la de otros tantos mesiánicos que se dejan llevar por la ira del momento.
Más que todo esto, si hubiera sido yo quien hubiera estado en la presidencia de los EE.UU, aparte de la gran transformación política, económica y social que hubiera promovido, también como dictador no solo en mis momentos de rabia política hacia el gobierno cubano no hubiera intentado mejorar las relaciones entre ambos países, sino que al menos hubiera ordenado un ataque con misiles para eliminar a sus gobernantes, así como a cualquier otro que no abandonara el poder donde quiera que se hubiese iniciado una guerra civil ó rebelión para derrocarlo, así como también contra cualquiera que se defendiera políticamente con mentiras para sostenerse en el poder, lo que va y dejaría a los EE.UU sin amigos en el mundo.
Todo esto lo digo por que creo que hay que tener mucho cuidado con las rabias que se nos forman; son demonios que nos entran sin que nos demos cuenta. Y muchas veces regresar a un estado “normal” (si es que tal estado “normal” existe en un mundo políticamente alienado) puede tomarnos mucho tiempo, si es que llegamos a recuperarlo. Un buen ejemplo lo tenemos en Fidel Castro; una persona que no ha podido liberarse de los odios antinorteamericanos y que seguramente se irá con ellos hasta el final de sus días. Es por todo esto que debemos de vez en cuando preguntarnos si algún demonio nos ha invadido y penetrado en nuestra mente para que estemos tan llenos de rabia hacia algo ó alguien por quienes anteriormente no la sentíamos al menos con tanta intensidad. Esas rabias pueden traicionarnos y causar represalias políticas debido a nuestros cambios radicales –que aunque no nos hacen olvidarnos de nuestras verdaderas ideas políticas y conceptos de libertad, justicia, desarrollo y felicidad-, pudiendo sabotearnos en nuestras aspiraciones de una sociedad y mundo mejor.
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